Artículo publicado en la revista Ser Padres, número de agosto 2014
Pretendo revisar esas cosas que hacemos sin pensar, porque la madre o la abuela o la vecina o los médicos dicen que siempre se hicieron así, al fin y al cabo actuaciones en las que no nos hemos planteado qué efectividad o qué evidencia tienen y si realmente son útiles o no.
Hoy revisaremos la dieta blanda, es eso que te dice el médico o la enfermera o la maestra o simplemente tenemos interiorizado que hay que hacer cuando uno está con vómitos o con cagalera. El verano es una época propicia para las gastroenteritis, pero curiosamente lo será más cuando inicien los colegios su andadura en septiembre. Le echaremos la culpa a los helados, a andar descalzos, a algo que le sentó mal al niño, no se, el caso es que casi todos los casos son debidos a virus digestivos que se contagian por el ambiente y sobre todo por las manos, así podemos asegurar que la mejor manera de prevenir una diarrea no es ponerse calcetines o prohibir los refrescantes helados, es precisamente el lavarse las manos correctamente y sobre todo antes y después de los cambios de pañal del bebé.
¿Qué se ha hecho toda la vida ante una gastroenteritis infantil? Medicamentos ya sabemos que no hay que dar, ni pastillas antidiarreicas, ni por supuesto antibióticos porque son víricas, pues de siempre se nos daba una manzanilla, un arroz blanco soso y un pescado hervido y yo cuando de pequeño veía eso me preguntaba, ¿para qué me dan esto, quieren que me muera?
Ante una diarrea no hay por qué modificar la dieta, lo que come el niño ya es blando, no suele comer cosas duras y además siempre le sentó bien ¿por qué ahora que está malito le va a sentar mal? Si nos empeñamos en que coma arroz o cualquier preparado raro a toda costa, conseguiremos que no se lo coma porque no le gusta y se debilite más todavía y en el peor de los casos organizarle un tapón en las tripas que luego habrá que tratar con una dieta laxante.
Está demostrado en sesudos estudios que en las gastroenteritis hay que aportar líquidos e iniciar la alimentación cuanto antes mejor, ofreciéndole de todo poco a poco sin forzar, con juicio y sentido común, ni le vamos a dar un kilo de ciruelas, ni una fritanga, pero sí su comida habitual o como tiene poco apetito mejor esa que le llama la atención y que es su favorita, no olvidar que está malo y requiere mimos. No les castiguemos con una pócima tapaculos como hacían nuestras abuelas.
¿Cuando acudir al médico? Pues cuando las cosas se compliquen, el verano puede deshidratar sobre todo a los más pequeños, vómitos, diarreas unidos a mucho calor y perdidas por la sudoración y la fiebre en caso de haberla, hacen que tengamos que estar muy atentos no a la comida sino a la bebida, sueros bebidos, agua, zumos, caldo, leche, cualquier líquido nos va a ser útil.
¡Ah! ¿Y qué agua usamos? pues de la misma que bebáis vosotros, si la del grifo es buena, pues siempre del grifo, pero ese es otro tema para el mes que viene.