Si me habéis leído en algún otro artículo os habréis dado cuenta que tengo un especial empeño en comunicar y dar autonomía a los padres para que sepan manejarse con los pequeños problemas que los peques sufren. Creo que es muy importante disfrutar de esa sabiduría y ese saber hacer para enfrentarse a esos problemas médicos cotidianos y no tener que depender tanto de la opinión no ya de la suegra, sino tampoco del profesional pediatra o enfermera.
Puedo dar la impresión que confío poco en el buen criterio de los padres de hoy y no es así, me gustan las líneas generales de lo que se ha dado en llamar maternidad respetuosa, si bien hecho en falta la paternidad colaborativa, pero eso es otro tema. Me preocupa mucho más el por qué hay padres y madres que hacen dejación de sus capacidades y deciden consultar todo lo referente a sus hijos. Visitas interminables al pediatra, y no solo el de la seguridad social, también el privado o el especialista, para que sea un profesional el que tome la decisión sobre tal o cual problema de salud infantil por nimio que sea.
¿Por qué se produce esto? ¿por qué esta «pediatritis», esta dependencia del especialista para que tome las decisiones por nosotros? Yo he dicho siempre que la culpa la tenemos los pediatras, hemos desarrollado un plan para inutilizar a la población y asumir el poder sobre la infancia. Todo debe pasar por nuestras manos y nuestras consultas, es una forma de asegurar el trabajo y el ser una de las profesiones a día de hoy más demandadas.
El maléfico plan se llama Protocolo del niño sano.
Consiste en medicalizar a la población infantil haciendo acudir al pediatra por protocolo a niños sanos entre 10 y 18 veces en los dos primeros años de vida. Cierto que 5 veces es para cumplir el más que interesante calendario vacunal propuesto, pero y el resto de visitas ¿Qué aportan? Pues yo diría que poco o muy poco ya que se limitan a pesar y medir al crío y dar a los padres las directrices de como el profesional considera que hay que criar a un bebé. Médicamente hablando no hay ninguna actuación imprescindible salvo las citadas vacunas y la charla con los padres que debería ser más receptiva por parte del profesional y no una regañina de lo que se hace mal con imposición de deberes.
La visita del niño sano como tal es contraproducente, genera medicalización, pruebas innecesarias, alarmas infundadas y las más de las veces perdida de tiempo para ambos. Es más fácil para el profesional aprovechar las visitas que se producirán por múltiples catarros, diarreas y otros procesos para estar atento a las preocupaciones de los padres, compartiendo con ellos información y aportando tranquilidad y ciencia para que sean ellos, vosotros, los protagonistas de la crianza de vuestros hijos.
Ejemplos del pasado o no tan pasado son las manías de los tirones del prepucio para que baje en virtud de no se que necesidad; o los dobles y triples pañales cuando la cadera parecía que no iba bien; analíticas para confirmar el hierro bajo a los 6 meses o por si acaso; o las derivaciones al cardiólogo por los soplos inocentes o funcionales para que diga que son normales y habituales; plantillas para pies no desarrollados todavía; innecesarios cascos para que no se deforme la cabeza o esas listas que terminan en la papelera de casa con las cosas que hay que hacer al introducir los alimentos nuevos. Regañinas por darles trocitos demasiado pronto en prevención de atragantamientos, regañina por fumar, por dormir con los críos, por cogerlos demasiado que luego se acostumbran a los brazos, en fin, mil recomendaciones salidas de las cavernas que a día de hoy se ven por esas consultas cuando el profesional se pone en su papel de garante de la seguridad de los niños.
Estas revisiones se asemejan al examen de curso ante el profesor airado, o la visita al despacho del director si has hecho algo malo. No sería mejor, por ejemplo, que cuando vayan por múltiples catarros, informarles que el fumar en casa o en la terraza es lo mismo, que el aire que exhala un fumador va cargado de co2 y pobre de oxigeno y que lo respirará el crío de todas formas. Si le vemos la cabeza aplastada cuando le miramos a la cara por si está deshidratado en esa diarrea, le informaremos que para dormir debe hacerlo boca arriba hasta los 6 meses, pero que la mejor postura para un bebé es en brazos de sus padres cuando está despierto, así se consigue que no se le espachurre y que se le vea más feliz cerca de su madre o su padre.
¿Qué te parecen a ti las visitas al pediatra o enfermera para revisión del niño sano? ¿te estresan o te dan tranquilidad? ¿irías todas semanas, te parecen pocas las que te proponen? ¿te sueles saltar alguna?
Interesante visión, sobre todo viniendo de un profesional. Nuevamente, me encuentro con la disparidad de criterios que existe en la medicina, y creo que todavía más, en la pediatría en particular. Lo que indudablemente hace que los padres puedan asustarse, según el talante que tengan. Personalmente creo que las visitas de «niño sano» no son malas por sí mismas. Que le echen un vistazo al crío cada cierto tiempo para mirarle cosas como soplos y otras cosas difícilmente detectables por un padre, no creo que sea un problema. El problema es lo que comentas, que esa información no sea ni siquiera bien utilizada por el pediatra, y comiencen tratamientos inútiles. Repito, no creo que sea un problema del programa niño sano, sino de como se maneja la información. En Andalucía al menos no me parecen excesivamente frecuentes, y lo cierto es que tampoco quiero que sean más.
Yo tengo en unos días la correspondiente al año, en las anteriores no me han regañado ni me han mandado nada especialmente peregrino. Sí me dieron la típica lista de comidas, pero en comparación con otras que he visto, me pareció casi razonable.
Más problemático veo el hecho de que en esta visita conocerá a su tercer pediatra. El primero, jubilado, la segunda, no sé por qué, cambiada por una nueva. Temas de contratos y plazas, imagino. Sé que todo consta en su historia, pero sinceramente yo agradezco una cierta relación personal con mi médico, y con el pediatra de mi hijo.
Un saludo, y gracias por los TeVeos.
La disparidad de criterios no debe asustar a nadie, sino todo lo contrario, a mi me preocupa más cuando todo el mundo da por bueno una cosa sin preguntarse nada. La verdad es que la mayoría de los profesionales de la pediatría siguen un criterio honesto, adecuado y actualizado, pero pienso que no está de más recordar a los rezagados que se pueden hacer las cosas de otro modo.
Entiendo lo que dices, el problema es que si yo no soy profesional, y escucho dos criterios, no me resulta fácil saber quién es el rezagado. Por poner un ejemplo, de algo muy habitual, por suerte poco o nada grave: limpiar mocos. La mayoría de pediatras que han atendido a mi hijo, me recomiendan un buen jeringazo en cada agujero, de lado, bien fuerte, para que arrastre. Por lo que te llevo leído y oído, creo que tu criterio va más bien por el de humedecer con suavidad las fosas nasales. O con la fiebre, no es nada raro que tu pediatra te recomiende alternar paracetamol e ibuprofeno. Y no es difícil encontrar textos en internet bien avalados que desaconsejan esta práctica. Como digo, por suerte no se trata de nada grave, pero yo, fuera del ámbito de la medicina, me quedo relativamente confundido. Si no hay un acuerdo claro en estas cosas «triviales», ¿debo esperar que sí lo haya en cosas realmente importantes? Ya te digo que yo creo que sí. He llegado a la conclusión de que el pediatra sirve para curar a un niño que de verdad está enfermo. Para las cosas del día a día… sirve casi cualquier cosa. Al final, con lo que te sientas más cómodo.
Saludos
Exacto, ahí quería yo llegar, ¿por qué no aplicamos más el sentido común en vez de consultar todo a cualquiera? No vamos al abogado para todo, ni al electricista a cambiar una bombilla, sin embargo con los niños perdemos ese buen criterio
En casa decimos que la naturaleza es sabia, porque los niños salen bien hagas lo que hagas. No se puede saber si un niño feliz ha ido más o menos al pediatra, si ha sido vacunado o no, si duerme con sus padres, con una nana o solo…
Ya sé que exageramos, pero para nosotros es una manera de quedarnos tranquilos cuando vemos que estamos criando contradirección en tantas cosas (baby led weaning, teta a demanda mientras quieran, colecho hasta que se cansen…). Y como nos están saliendo muy felices y sanos, pues quién nos va a llevar la contraria? ^_~
No me salto ninguna, pero hemos tenido suerte con el pediatra y, a parte de pesarlos y medirlos (eso la enfermera), y de mirarles los oidos y todo eso que hacen los médicos cuando toca, nos pregunta si ya ha alcanzado los mínimos de cada edad (dice alguna vocal? Sonríe? Se vuelve hacia los ruidos?) y listos.
La enfermera de pediatría nos saltaríamos con gusto, que es la que nos da la lista de menús aunque acabemos de contarle la mar de felices que el niño hace una semana que come trocitos de plátano (eo? Hay alguien a la escucha?).
Me produjeron bastante estress, por los malditos percentiles y el «escaso» aumento de peso. Los primeros 4 meses tuvimos que ir cada 15 días a pesarlo además de las revisiones rutinarias. En fin, para olvidar…
Pues yo estoy hasta el gorro. Si tienes una pediatra del genero alarmista como fue mi caso, la has pifiado. Resulta que llevamos a mi hija mayor a su revisión de los dos años, la pediatra decidió que como había tenido diarrea dos dias y tenía según ella el abdomen inflamado, igual era celiaca, total la hicieron análisis y como estaba previsto no era celiaca. Sin embargo, tenía las transaminasas un poco altas y llevamos desde entonces luchando con los protocolos. Nos mandó al de digestivo, nuevo análisis, transaminasas ok, que por protocolo hay que volver a los seis meses. Nuevo análisis, de nuevo transaminasas un poco altas, así que en lugar del alta nos vuelven a mandar volver a los seis meses por protocolo y ahí seguimos… Si no hubiéramos hecho revisión, mi hija se hubiera ahorrado ya entre tres y cuatro análisis porque nadie se ha dignado en mirar a la niña y ver que está más sana que una manzana. Pero claro a ver quien es el padre que se sale de la rueda sin pensar, y si tienen razón y le pasa algo?
La cosa va variando según pasan los años, yo me pasé el primer año de mi hijo en el pediatra, iba una vez al mes mínimo, tenía tantas dudas! En ocasiones falta simplemente la visión externa de alguien cercano con tablas, si esa presencia no existe se acude al pediatra como «la voz de la experiencia». Vivimos más tranquilos desde que al tercer año enferma cada vez menos y en casa tomamos medidas preventivas (airear habitaciones, cebollas para toses, no abrigar en exceso) y, sobre todo, usamos el sentido común o confiamos en nuestras decisiones. En esto es clave que el pediatra reafirme las pautas tomadas en casa, que deje las riendas en tus manos como quien mejor sabe lo bueno para el niño. Conozco gente que va constantemente al pediatra para «que lo mire, así me quedo más tranquil@» y le receten antibióticos, pero depende mucho de tu confianza como padre y, por supuesto, de lo a menudo que enferme el niño