A día de hoy, intentar escribir sobre crianza supone un grave riesgo para la salud de uno mismo. Supone un ejercicio de empatía, navegar entre dos aguas, no embarrarse y sobre todo no empezar pisando charcos que no son de uno.
Leer sobre crianza en las redes sociales para preparar este artículo supone de sopetón toparse con posturas muy radicales, muy extremas y muy… yo diría… excesivamente seguras de cómo se deben hacer las cosas cuando un hijo viene al mundo. Yo no estoy tan seguro. Si además eres hombre, de una cierta edad y pediatra, probablemente tengas ya el fenotipo del ogro dictador que enseña a bofetadas y capones, rígido en las recomendaciones e intolerante con la «modernidad», cuando no eres directamente despreciado por eso de ¿qué sabrá un hombre, o qué sabrá la pediatría de como criar a un niño?
Los pediatras nos metemos en todo lo que tenga que ver con niños, nos gusta aprender y leer lo que se publica sobre la infancia. Debo reconocer que encontrar algo coherente, alejado de idealismos que se frustrarán sí o sí en un futuro inmediato, o de radicalismos que te intentan explicar la maternidad como una burbuja fantástica temporal, es difícil.
Internet y las redes sociales están inundadas de información, de sectarismo y de borreguismo, miles de páginas que repiten una y otra vez tópicos y promueven un tipo u otro de crianza, de querer vender como única, la forma que tiene uno de criar a sus hijos, en una competencia por ser ideal, por alejarse de convencionalismos o incluso por aferrarse al amor de madre como ciencia suprema.
En estos tiempos que corren aunque sean de crisis, los males principales que nos aquejan como sociedad son siempre los excesos, las excentricidades, las obsesiones, la obesidad, los polimedicados, los avariciosos, la ansiedad… los niños perfectos, la sobreprotección.
Hay, y muy buenos, pero es difícil encontrar en la red blogs, artículos, grupos o redes que promedien sus opiniones y se alejen de extremos difícilmente defendibles. Hoy día nos hemos instalado en crear super madres y super niños que desde que nacen están sometidos a la perfección y el exceso de protección y «amor».
Desde que un niño o niña viene al mundo se le somete a la perfección, todo tiene que ser lo mejor y más correcto, avalado por gurús que se ganan la vida dando conferencias o escribiendo libros al respecto. La forma de amamantar o los tipos de tetinas para el biberón (el tetero en sudamérica, que me gusta más), cama o cuna, el fular, la mochila, el cochecito, el sistema de retención para el automóvil, escuela infantil sí o no, el mejor colegio, mochila o carrito, y por supuesto las extraescolares. Aquí hemos topado con un gran problema, en algunos casos hay lo que hay en el colegio, ¿dan taekwondo barato? pues se le apunta y se acabó, pero si el niño toca bien la pelota habrá que ir a Valdebebas o la Masía, el resto de los días inglés o chino, violín o guitarra, padel, bádminton, tenis o ajedrez, el caso es ocupar la tarde y conseguir un portento de niño, que destaque en eso que frustró la carrera de los padres, en eso que nos sacará de pobres. Las extraescolares se han convertido en la única opción que entretiene niños y a la vez da esperanzas a los padres que invierten en un nuevo ídolo de masas. ¿Donde está la calle o el patio para correr y jugar al escondite o a pelota pinchada, saltar a la comba o al pilla pilla? Ah, que hay mucha inseguridad y no se les puede dejar solos. Ah, que tenemos muchas cosas que hacer para perder la tarde cuidando niños. No, no es sólo eso, las extraescolares, insisto, es una combinación perfecta y diabólica que a todos contenta. Padres que tienen ocupados a los niños hasta la noche, profesorado que se sacan unos dineros en academias y pabellones deportivos o en horas extras, sociedad que no invierte en el cuidado real de la infancia con políticas de conciliación. ¿Pero, y las 12 horas laborales diarias de un niño?, 60 horas semanales, ¿no hay un sindicato de niños que proteste?
De vez en cuando hay que recordar que un niño no es una posesión o una inversión, es un ser libre y que nuestra función como padres y de la sociedad como tribu, es enseñarles a volar solos.
¿No estaremos hablando de otra forma de maltrato infantil?
Artículo publicado en El Huffington Post
Estimado Jesús, me ha gustado mucho tu artículo y tu sensatez y sentido común que cada vez que lo saboreo me sabe mejor, será porque no encuentro sentido común por ninguna parte. A ver si todos reflexionamos sobre este tema… el primero yo.
Totalmente de acuerdo con tus conclusiones, nos hemos dejado meter en una espiral de actividades sin sentido y lo mejor es que cada vez los niños son más infelices….
Saludos!
Me ha encantado tu post, Jesús ¿y sabes una cosa? que si te paseas por internet las posturas extremas son abrumadoras, que hasta te sientes a contracorriente, o peor ¡sin corriente! o más bien…una mamá corriente que ama, grita, corrige y besa a partes iguales, que da la teta hasta que la da, y mete un bibi cuando lo tiene (o cree) que lo tiene que meter.
Y luego te das cuenta, que en tu entorno, el real, el de la gente vertical…se comporta casi igual que tú. Que no tienen ni idea ni de quien es Carlos González, ni Estivill, y que mucho menos tratan de imponer su método como el más mejor del mundo mundial. Juzgar sí, eso siempre. Que si no, no seríamos humanos. Y mira tú ésta, como le deja comer chuches entre semana.
Sobre las extraescolares tengo mi propia opinión. Y aunque fui yo la que pedí ir a guitarra…recuerdo lo desgraciada que me sentía los viernes de 5 a 6 cuando tenía que ir allí en vez de jugar con mis amigas. Sí, era una hora, y no, no me colocaban porque por aquellas épocas la vida no era como ahora…La guitarra no me ha salvado la vida, ni la adultez, ni me ha hecho más feliz. El recuerdo de horas y horas y horas de juego sí.
Muchas gracias Tita, me ha encantado, me dejas sin palabras……..gracias.
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Estoy de acuerdo con eso de que los excesos no son buenos y no podemos forzar a los niños a cumplir unas exigencias imposibles a costa de impedirles divertirse y relacionarse con los amigos. Pero yo sí creo que las actividades extraescolares (hablo de solamente de una o dos, que no quiten más de dos horas a la semana y permitan tener una vida social y un tiempo de ocio) pueden ser algo totalmente beneficioso para los niños, siempre y cuando esta actividad sea de su gusto, esto por supuesto. Sin ir más lejos, al igual que Tita, yo también tenía una hora semanal de clases de guitarra; además de otra hora para ensayar en una orquesta de mi propia escuela de música. Y sí es cierto que había días que echaba de menos estar con algunos amigos, pero también conocí otros muchos cuando iba a estas clases y me lo pasaba fenomenal mientras tocábamos, bromeábamos y salíamos a dar una vuelta después de los ensayos. En mi caso, no le voy a sacar probablemente una rentabilidad en el futuro de todo lo que he aprendido en esos años ni me voy a convertir en una leyenda como Paco de Lucía, pero sí es cierto que, de no haber ido a esas clases y haber conocido esa gente, en mi vida habría faltado algo.
Con esto sólo quiero recalcar, como era la idea principal del post, que los extremos son malos. Pero recordad que, además del exceso, el defecto es también un extremo.
Los comentarios que más oigo al respecto en las puertas del colegio son del tipo «Yo lo he apuntado a … porque toda la tarde en casa se aburren», «Al final no saben que hacer y me vuelven loc@ a mi», «Así de paso aprenden y refuerzan inglés, informática…»
He visto a madres y padres agobiados porque andaban locos corriendo de un lado a otro ya que no llegaban a tiempo a todas las clases que tenían los pequeños: Deporte (2 o 3 horas por semana), música o clases de refuerzo (otras 2 o 3 horas), catecismo (que están en edad de prepararse para la comunión)… Y lo peor de todo es que entre los argumentos esgrimidos nunca he oído «le he apuntado a X porque le encanta».
Actividades a las que van los niños porque van el resto de amigos, porque el horario me viene bien o porque esto es más barato.
No me malinterpreten, yo estoy a favor de las actividades extraescolares, pero siempre con matices. Mi hijo mayor, que tiene 8 años, ha ido desde que empezó el cole a algún deporte. Primero psicomotricidad, luego tenis, luego multideporte… pero siempre con mucha flexibilidad y sin forzarlo. A él se le dan mal los deportes. No tiene mucha cordinación y le cuestan un poco. Ha tenido alguna dificultad con la psicomotricidad fina y desde el propio colegio nos animaban a que practicara alguno pero siempre de forma voluntaria y satisfactoria. Antes de apuntarlo a nada lo he consultado con él y si luego no le ha gustado, o se ha sentido mal, o algo parecido ha dejado de asistir sin ningún problema. Siempre pueden correr y trepar en el parque, montar en bici, en patinete… Ejercicio no les va a faltar.
Yo no quiero que mi hijo sea una superestrella de nada. Claro que me preocupa su rendimiento escolar y si necesita un refuerzo en alguna asignatura se lo daré sin dudarlo pero lo que yo quiero es que mis pequeños se conviertan en adultos felices independientemente de lo que lleguen a ser. Y eso desde mi punto de vista empieza desde ya. No creo que sea necesario que manejen el PC como un adulto a los 6 años o que sean capaces de hablar 3 idiomas perfectamente a los 12.
Pienso que es beneficioso para ellos que también se aburran en casa. ¿Aunque saben lo más curioso? En 8 años no recuerdo que mis hijos me hayan dicho nunca «mamá, estoy aburrido».
Un saludo.
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Me parece muy interesante este articulo como instructor de estimuacion temprana y natacion observo estas realidades que platica el doctor en su articulo y me apego en mi trabajo al respeto de sus tiempos, a sus necesidades especificas y a dejar que la propia naturaleza del bebe, guie mis pasos durante las sesiones eso ha dado resultados, muy por encima de mis propias expectativas ver mas en http://www.delfinesybebes.com
Un artículo esperanzador…
Vaya! Yo me quede con una sola frase de un libro muy gordo sobre los bebes. No lo leí entero, la mama lo si :D. Y creo que lo resume todo:
No hay forma incorrecta de criar un hijo.
A esa frase hay que aplicarle el sentido común (que no se muera, que no pase hambre/sed, que sonría y se le vea feliz y contento, etc.), que es lo que le falta a mucha gente por ahí XD.
No me acuerdo del autor, quizar era el Carlos ese que se menciona en algún otro comentario :D.
Yo aplico la regla esta todo lo que puedo XD
Cuanta razón llevas en tus palabras! El sindicato del niño, jaja..mi hija hace más horas que yo, y cuando la voy a recoger, llego cansada de trabajar y ella me regala una sonrisa y un abrazo…algo no estamos haciendo bien.
Gracias Jesús
Acabo de descubrir su blog y me encantan sus artículos y su forma de escribirlos. Con respecto al tema de la crianza no me queda otro remedio que darle toda la razón. Yo era de las (casi) extremas de crianza natural: Pecho el máximo tiempo posible, mochila, fular y brazos, colecho, amor y cariño, NO a decir NO, etc. Para mí, en ese momento, la mamá perfecta. Ahora, mi segundo hijo tiene 1 año y las cosas han cambiado mucho. Por supuesto sigue con la teta, pero vamos, que tampoco será un trauma para mí el día que lo deje, no le porteo como a mi hija porque me duele la espalda (de llevarla a ella hasta los 15 kilos…), duerme con nosotros – pero a la hora de dormirle, lo acuesto en la cuna y ya en algún momento de la noche lo paso a nuestra cama (así tengo ese rato de intimidad con mi marido, que también hace falta). Le dejo llorar si tengo que hacer la cena, vestirme o jugar con su hermana que acaba de llegar del cole y no nos hemos visto en todo el día. Mi hija NUNCA lloraba. Yo siempre estaba allí para ella. Pero con el segundo las cosas cambian. ¿Soy por ello peor madre de mi hijo que de mi hija? Pues no. Todas las madres lo hacemos lo mejor que podemos, todas queremos lo mejor para nuestros hijos.