Me gusta irme a la cama por las noches después de cenar, me voy a mi cuarto y apago la luz, mis padres se deben pensar que soy muy dormilón porque no protesto nada. Me meto en la cama y cuando se piensan que me he dormido, saco mi linterna y mi libro y me paso leyendo mucho rato. Creo que no he terminado ningún libro y me quedo dormido siempre.
Tengo montones de cuentos y libros que hay por casa, los cambio con los amigos y algunos me los baja papá en su tablet. Los empiezo a leer y rápidamente me transporto a mundos de fantasía imaginarios, a islas con tesoros o grandes escenarios donde soy un rey vikingo o un emperador romano, me suceden de verdad grandes historias que salvo el principio nada tienen que ver con el libro que estoy leyendo.
Es como si el libro me absorbiera y esta capacidad que tengo yo para viajar en el tiempo me transportara a mundos fantásticos, os aseguro que he encontrado tesoros piratas, yo fui el que junto a un amigo mío regordete atacamos los molinos de viento en la mancha, y yo también el que junto a mis amigos robábamos en las calles de Londres para un tal Fagin. Yo fui aquel niño que encontraron en la India después de haber sido criado por los lobos, he estado en Nepal con los lamas, en las selvas amazónicas descubriendo nuevos mundos, eso sí aquí me tocó nada más que fregar la cubierta del barco porque iba de grumete, pero estuve allí y conseguí volver antes de que los caníbales se comieran al jefe.
He sido hobbit y orco, le sisaba de todo a mi amo ciego en Tormes, volé en globo alrededor del mundo y viajé al centro de la tierra. Me he enfrentado a magos y brujas, he sido rey en Narnia y esclavo en las plantaciones de algodón en Alabama. Bailarín en el Royal Albert Hall y cantante en un coro durante la gran guerra. Preso con mi pijama de rayas y ayudante de un domador en un circo ambulante, viajé con Anibal y hasta con Atila, seguí la ruta de la seda y llegué junto con mis padres a Cuenca.
Los libros me han llevado a tantos y tantos sitios que ahora creo que he vivido mil vidas. Quizás en el colegio podrían recomendar alguno bueno, porque el libro del buen amor o el cantar del mio cid no hay quien los sufra o que tristeza con adiós cordera u otras piedras que recomiendan, claro luego me suspenden en lengua, mecachis.
Qué buenos recuerdos. Allá por mis 9-10 años de edad empezaron a proliferar las tiendas de los 20 duros en España, y con los duros que me daban mis padres recuerdo que lo primero que me compré en ellas fue una mini-linterna-llavero que usaba, adivinad para qué. Para leer bajo las sábanas. Gracias por este post! Me ha hecho revivir mi infancia!!
De entre todas las vidas yo escojo la del pirata cojo….
Eso me ha sonado a Sabina, el maestro.
El 4º párrafo es una versión infantil del maestro, no?
No lo pillo Ana.
me sigue pasando eso con los libros.. uno de los mayores regalos de la escuela es aprender a leer.
Me encanta cuando veo a Mateo que se sienta tranquilo a ver libros. Libros, libros , y cómo nos los lee, o los lee a sus peluches, o se los leemos nosotros o el abuelo, y cómo pregunta… Espero que no le pierda el gusto nunca! Ni aunque le obliguen a aprenderse las coplas a la muerte de su padre del tal Manrique!