Hace mucho frío y tengo hambre, he despertado en un sitio oscuro y con paredes de tierra, mis tripas suenan como la orquesta que viene una vez al año por estas tierras cuando pasan de camino a la ciudad, no paran sino cinco minuticos y siguen con sus charangos. Anoche pudimos cenar como todas las noches unas pocas papas con arroz, aunque no siempre hay.
Mi mamá me llevo al médico porque hace varias semanas que al toser escupo sangre, tengo calentura y cada vez me cuesta más sacar las vagonetas de roca por esas gusaneras tan estrechas. Lo tenemos que hacer mis amigos y yo, porque los mayores no caben, son tan oscuras y afinadas que mi papa con lo flaco que estaba se hubiera quedado atascado. El murió en un derrumbe hace dos años y yo debo trabajar para cuidar de mi mamá y mis hermanos menores.
El médico le dió unas pastillas y dijo que volviera cuando se hubieran acabado, también nos habló de la escuela, yo nunca he ido a ese sitio, le dijo que tenía que salir de aquí que podía morir o terminar como papá y nos habló de un lugar a una hora de camino donde tendríamos que ir hoy.
Todos los días nos levantamos antes de que amanezca, hoy me he quedado un poco más, no hay nada para desayunar, mamá se ha pasado un buen rato en el lavadero para quitarme el polvo de la mina, no hay quien me conozca, ya creía que era negro, me ha arreglado el pelo y salimos de camino hasta la aldea que nos indicó el médico. Al llegar nos encontramos con una casa también de adobes, pero esta es grande y tiene un precioso tejado de chapa rojo, dentro hay mucha algarabía de niños que gritan y cantan. Una señora muy guapa me coge de la mano y me lleva dentro a una sala con mesas, hay ya varios chicos sentados, me ofrece un vaso de leche y unas tortillas. Con el hambre que traía después de la caminata creo que me voy a comer todo.
Mamá tenemos que venir más a este sitio, pero tendré que volver a la mina, quien va a ir si no. Un momento, no, no puedo quedarme mis hermanos, mi mamá……
«No te preocupes mi minerito, ya saldremos adelante, tu estudia y cúrate y cuando seas ingeniero y vayas a la ciudad ya nos mandaras dinero y saldremos de aquí».
Inspirado en la escuela Robertito de mineritos.org como ellos dicen no son siquiera una ong, son periodistas y viajeros que han conocido la realidad de la mineria infantil boliviana.
Me encantan estos posts… Ni sábana atrapaniños, ni remedios para colicos, ni para la tos…
Si es que no nos damos cuenta de la suerte que tenemos…
Gracias por darnos un poquito de perspectiva. Caemos frecuentemente en la trampa de pensar que sólo existimos nosotros y nuestras circunstancias.
Desde que soy madre este tipo de realidades me supera, me duele más si cabe, me da rabia, siento impotencia, vergüenza, angustia… Vaya mierda de mundo que hemos hecho entre todos…
De vez en cuando es bueno una dosis de realidad para convencernos que la mayoría de las veces nos quejamos de chorradas.
Lo voy aimprimir para contárselo como un cuento a mis hijos, parece tan lejano pero no. Mi padre tuvo que dejar la escuela a los 7 años para cuidar ovejas y mi madre a los 10 para ayudar en casa. Me emociono al pensar en el esfuerzo que tuvieron que hacer para que sus hijos hayamos tenido una vida mejor e incluso hayamos llegado a la universidad.
La verdad es que despues de leer este fragmento y ver estas imagenes, las noticias de la crisis y la prima de riesgo dan un poco de risa. No nos damos cuenta de lo que tenemos, cada vez somos mas egoistas y no vemos mas alla de nuestras narices, cuando hay medio mundo que daria todo por un simple plato de comida.
que suerte tenemos aqui! que impotencia !
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