¿Donde está la brecha digital?


 

 

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¡Zas en toda la cabeza! Los niños son muy de brechas, raro es el que atraviesa su tierna infancia sin recibir algún punto de sutura, ya sea seda de toda la vida tamaño cuerda, punto americano, grapa metálica o los más sofisticados reabsorbibles de Vicryl.

Como médico licenciado en Medicina y Cirugía y con treinta y dos años viendo niños en consulta, es lo primero que me vino a la cabeza al escuchar lo de brecha. Pero ¿digital? Pensé que sería alguna modernidad de la era de las TICs. Y así es, resulta que ahora soy influencer, y se requiere de mí para que dé mi sabia y docta opinión sobre los temas más raros y filosóficos sobre redes sociales que os podéis imaginar.

El lunes pude asistir a la presentación del informe juntos contra el aislamiento digital en el que he colaborado junto a los #sherpas20 para diagnosticar y poner vías de solución a esto de la brecha digital en el ámbito de la salud, la e-salud -que ahora se dice-, y también fui invitado a participar como tal influencer en un evento que organizó la red Ippok «influencers en salud digital«.

Parece ser, según me enteré allí, que la brecha digital es esa separación que se está formando entre, por una parte, los frikis, los que nos movemos con soltura en las redes sociales y las nuevas tecnologías que Internet nos ofrece y, por otra, los analfabetos digitales.

Los expertos sabemos quiénes son. Pero, ¿a quien se les llama analfabetos digitales? Pues yo pensé que iba a ser el señor Venancio, que no se quitó la boina ni para el día de la boda… Y no, ya tiene Internet y Whassapp y le siguen lo del Sintrom con una app desde el hospital comarcal. Entonces sería la señora Juana, que con lo de la diabetes apenas ve ni oye. Y tampoco, resulta que está en un grupo de Facebook que mantienen los de la asociación de pacientes, y es su nieta la que le ha puesto la tableta con letras grandes para que pueda seguirlos.

Pues no lo entiendo, los padres de mis pequeños pacientes están todos en las redes, guasapean, están en Facebook en el grupo de el médico de mi hijo. O en el nuevo Mamicenter, me siguen en twitter; o sea que ellos no podían ser.

Me di cuenta según escuchaba la charla que tenemos la prepotencia y la manía de mirar abajo: pensamos que el torpe estará siempre por debajo de nosotros, endiosamiento puro. Y no, el analfabeto digital está por encima, son las instituciones, son nuestros temerosos jefes que nos limitan Internet en las consultas por si perdemos el tiempo, son directivos que no entienden de transparencia y transversalidad. Son las instituciones, ciegas y sordas a lo que se mueve bajo sus pies, sin inversión y sin dedicación a lo que se está gestando en la e-salud.

Puedes acudir a cientos de eventos cada vez más endogámicos, donde se habla y se debate sobre brechas digitales, apps de salud, gamificación, redes sociales, blogosfera, etc…, pero jamás encuentras en ninguno de estos saraos a ningún gerente implicado o directivo gestor con capacidad de decisión. Ni siquiera directores médicos que hayan visto la luz y se hayan dado cuenta que el futuro está en los pacientes y de que ellos están ya por delante, subidos a las nuevas tecnologías. Nosotros tan solo nos estamos encaramando a un tren en marcha y muchos se quedarán por falta de interés.

Cualquier proyecto, cualquier start-up, cualquier asalariado con conocimientos o ideas se ve relegado porque no hay jefes o directivos que apoyen al friki rarito que les ha salido en la organización, mientras invierten en empresas externas para mejorar su imagen pública, o dilapidan dinero en soluciones sin sentido cuando podrían tener dentro la solución.

La sanidad pública, que es la que conozco, es ajena a la e-salud, no sabe de que va eso, se limita a hacer power point y dar sesiones como la de hoy en el centro de salud, con 65 diapositivas cargadas de datos sobre cartera de servicios inservibles.

Los profesionales nos vemos ninguneados y relegados a cumplir y rellenar casillas de una historia clínica ineficaz, que aporta otra gran brecha, esta vez física, en contra del paciente. Si no era poco con la bata y la mesa de por medio, ahora es el ordenador el que se convierte en una gran barrera que impide la comunicación con el usuario

Artículo publicado previamente en la edición de El Huffington Post del día 23 de junio de 2015 en este enlace.

 

 

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