Mi padre 10


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“Cuando éramos jóvenes, tu madre y yo, salíamos a pasear por el pueblo con la que entonces se convertiría en mi suegra. Caminaba por la carretera cinco pasos por delante y de vez en cuando se giraba para ver como la seguíamos y si la conversación bajaba de volumen o guardábamos silencio volvía a mirar para escudriñar qué ocurría, como si el silencio de las palabras presagiara un roce de labios o una mano furtiva. Arriba y abajo recorríamos la carretera hasta que la hora marcada terminaba la tarde.

Mil y una treta inventábamos para parar entre farola y farola donde la luz decaía para robar una mano o inventar una caricia, al llegar a la casa prolongábamos el tiempo a través de la verja hasta que la voz de tu abuelo sonaba al fondo de la casa reclamando el final.

Ella murió hace años, demasiados, desde entonces vivo solo, no recuerdo el día que es hoy ni siquiera el año o el presidente del gobierno que usted, doctora, me pregunta, tengo hijos pero a veces se me olvidan sus nombres y tengo bastantes nietos y nietas”.

¿Como se llamaba su mujer, Jesús?…

Tras unos largos, larguísimos segundos, Jesús agacha la cabeza y los ojos se inyectan, las lágrimas afloran y a duras penas balbucea un no sé, no me acuerdo, el llanto se hace evidente…

Tranquilo, no se preocupe Jesús…

Con un nudo en la garganta alguien le susurra la respuesta y aliviado mira al cielo buscando a su compañera tantos años…

”Perdona, Luisa que te haya olvidado”

Publicada con el mismo título en el Huffington Post el 1 de Noviembre de 2013

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